jueves, junio 30, 2005

Los siete libros de Harry Potter

Siempre Mar y Sol


Algún día iré a sentarme, ahí donde descansas para siempre, para leerte los dos libros que no alcanzaste a devorar de Harry Potter.
Me imagino que no fue lo único que dejaste pendiente, preciosa, pero era una de esas cosas que teníamos en común.
Desde que pude enseñarte a nadar, hasta que gritabas de terror con mi forma loca de manejar la moto de agua.
Me acuerdo de haber bromeado por la forma en que leías, durante horas, cada capítulo de los libros donde el pequeño mago hacía cosas que, cómo no, a todos nos hubieran gustado.
Te acuerdas que usabas mi polerón blanco para ir a carretear? y que yo te maquillaba, como a todas, para que fueran las más lindas de Rapel.
Este año hubieras terminado el colegio, otra cosa que quedó truncada en tu partida. Brillante, habrías sido como eras en todo, pequeña Pocahontas.
Pocas veces he visto unos ojos más chispeantes que los tuyos cuando reías o peleas más divertidas que las que tenías con tu hermano.
Algún día te contaré el final de Harry Potter y quizás las cosas que existen entre la magia y el más allá se mezclen y puedas hacer todos los finales que te imaginaste, sin tener que pelear contra el tiempo que pasa y que de alguna forma para ti ya no existe.

martes, junio 21, 2005

Lindos y feas

Arreglándome para salir al trabajo, de pronto me puse a pensar en todas esas inseguridades femeninas que aterran antes de ir a la calle. La espinilla que me salió justo en la nariz el día menos indicado, las puntas partidas del pelo, las pestañas poco crespas, el rollito que crece lenta pero progresivamente en la cintura.
Lo peor de ese traumático rollo es que en vez de espantar a los hombres recibe más piropos que amenazas...no entiendo!!!! Si mi modelo de belleza es la Kate Moss, ese rollo es francamente un argumento en contra para mi participación en cualquier certamen tipo Miss 17 (aunque ya se me pasó la edad).
El punto es que todas las mujeres son inseguras. De alguna forma, siempre necesitan la alimentación del resto para salir tranquilas a la calle.
Por eso (aunque se niegue), las muecas de disgusto cuando algún maestro de la construcción tira un piropo, tienden a ser muecas de desilusión sólo porque no fue un tipo regio, estupendo, tipo Brad Pitt, el que las proporcionó. ¡Reconózcanlo! Si ese "se están cayendo los angelitos" se los hubiera dedicado un modelo de esos de Calvin Klein, la sonrisa no se habría borrado ni en 10 años.
En cambio, los hombres son ultra seguros de sí mismos. Siempre creen que cualquier mujer los va a tomar en cuenta y se sienten con ese derecho.
En Chile ni se arreglan, cero producción. Algo deberían copiarle a los hermanos argentinos que (aunque les duela) tienen mil veces más facha por la preocupación.
Sin embargo, me quedo con los chilenos, tienen una ternura insuperable y se preocupan muchísimo, hay una caballerosidad bien entregada por sus madres que los hace sobresalir.
Y estoy segura, bien segura, de que ellos se quedan con las chilenas, por muchos rollitos en la cintura que crecen con las buenas cazuelas.

viernes, junio 17, 2005

Los otros

Es difícil pensar desde los otros. Es más fácil pensar desde uno mismo hacia los otros. Qué sentiría yo si.... es la consigna.
El resultado de la empatía que me enseñaron en la casa no es nada más que eso. Creo que hay que creer en la gente hasta el final. No importa los porrazos que te pegues.
Encontrar gente honesta, buena....ufff es complicado, pero la recompensa es enorme.

sábado, junio 11, 2005

Copiando

Todos hemos copiado alguna vez. Aunque sea una palabra o el tipo de letra. O un comportamiento. O la forma de pensar.
En ese contexto, no sé bien qué es ser auténtico.
A Chile como país le va bien en el contexto de la buena copia que realiza al modelo económico de Estados Unidos. Y todas las carreras universitarias, lo que se aprende en el colegio, de alguna forma se copia. Es un modelo para todos, es el calce.
Algunos copian el comportamiento de sus padres, otros el de la sociedad en que viven.
Yo copié en varias pruebas y, en el fondo, da lo mismo, porque lo que me enseñaron era lo mismo que al del lado, lo que variaba era la retención. Pero a lo mejor yo había retenido mejor otra cosa que no me habían preguntado.
Incluso, a alguien le copié esto del blog.
Lo importante es que dentro de todo eso algo de originalidad se guarda y lo otro importante es tener cuidado con lo que se copia.
Porque está bien que quiera pasar inadvertida si voy a Puerto Rico, pero de ahí a usar guayaberas floripondias cuando salgo de Chile y nunca las he usado, es como mucho.
O ponerme aros en la lengua, con lo que me gusta comer (Me imagino todo con sabor a metal, es como que te da la corriente y te comieras una medusa).
Al final, si desde lo que hablo y las palabras que uso las inventó otro, lo que queda de mi originalidad es bien poco.
Pero no importa, porque el orden en el que he establecido mis priorides es mío, bien mío y eso sí no me lo pueden quitar.

viernes, junio 10, 2005

Lo irredargüible

Creo que esa es una de las típicas palabras que mucha gente ocupa sin siquiera saber que existe. Pero existe y vaya que tiene significado.
Lo irredargüible es lo que no se puede argüir, es decir que carece de argumento.
Por lo tanto un comportamiento irredargüible es aquel que no tiene explicación.
Para mí, las mentiras tienen esa característica, no hay mentira válida a menos que sea la sorpresa de un regalo de cumpleaños, que se justifica sólo para guardar esa misma sorpresa.
Yo también he mentido a veces, pero me duele el estómago al hacerlo. Esa conciencia a veces, me gustaría acallarla, porque grita para salirse de adentro.
Es verdad eso del diablo y del ángel, uno en cada hombro. Al decir una mentira cada uno salta con todas sus fuerzas tratando de convertirse en más importante que el otro.

Lo irredargüible es acallar al ángel. Aunque yo creo que de la pura vergüenza, a veces se calla solo.

jueves, junio 09, 2005

Los compases de Lisa Simpson

No es fácil ser Lisa Simpsom. No es fácil tratar de arreglar al mundo y al mismo tiempo intentar de calzar en él.
El drama de Lisa es sentirse extraña en un mundo con todas sus "normalidades" con un papá que se sorprende de un auto azul y que trata de engordar para trabajar desde la casa; un hermano que definitivamente calza mucho más que ella pese a que se comporta de formas en que ni siquiera puede concebir; una mamá que trata de mantener unidas las especies de la jungla y un bebé que aparte del chupete no hace mucho, al que trata de alejar de esta "normalidad".
Las cosas tienden a ser más fáciles, pero no menos complejas.
Yo también me evado a veces con la música, tal como Lisa lo hace con su saxofón. No conozco a ningún "Encías sangrantes Murphy", pero me salen lindos los dúos con mi hermano, que por suerte no se parece a Bart.
Y es verdad, la música funciona casi siempre. Porque te hace calzar en un segundo.
Cuando tengo pena siempre canto, siempre.
Y voy a seguir cantando, aunque me quede sin voz, aunque tenga que cantar de memoria. Y si se me acaba la memoria, voy a cantar con el alma, que es junto con la esperanza, lo último que se pierde.

miércoles, junio 08, 2005

Los hilos verdes del apio

No le encuentro mucha gracia al apio. Es como un palo de agua que cuando está añejo llena la boca de hilos que cuesta tragar y se meten en los dientes.
Mi hermano opina lo mismo, claro que para él es sencillamente la verdura más fome del mundo y es bien divertido verlo enfrascarse en una discusión con alguien que le diga que la papa es igual, porque ¡no, señor!
Las mujeres a dieta siempre comen apio, harto apio, pero a regañadientes. Con harto limón, hasta que alguien les dice que daña el esmalte dental y se comen el apio solo, con un poco de aceite de oliva.
Me pregunto si querrán ser tan delgadas como los hilos del apio...
Yo antes era como esos hilos, aunque ni siquiera comía un poco de apio, a menos que tuviera palta.
Cuando chica pelaba apios con mi abuela. Antes de que se le empezaran a olvidar las cosas.
Ella sabía exactamente cómo agarrar el apio y dónde empezar a cortar para que los hilos salieran todos de una sola vez.
Yo, con mi escuálida capacidad manual, me aburría luego y empezaba a sacar pedazos cada vez más grandes, hasta que el apio me quedaba flaquito, casi tanto como los hilos.
Entonces, amorosamente mi abuela me pedía que "mejor fuera a la cocina a ver lo que hacía mi abuelo" y yo saltaba feliz a comerme el pino de las empanadas cuando me daban la espalda.
No sé si mi abuela se acordará, pero yo sí y por mientras se lo cuento mil veces, porque son historias como cuentos de niños que le abren la mente un segundo, antes de que vuelva a descansar en sí misma.

El sol en la ventana

Eso. A eso me refiero con que a veces entiendo que Santiago sea la capital. Al sol que sale después de la lluvia, que se asoma entre las nubes y que ilumina la cordillera. El problema es lo poco que dura, sólo minutos en los que la mayoría de la gente ni siquiera se detienen a observar la maravilla de paisaje. Más concentrados en los chicles del pavimento, suelen poner más atención a buscar qué cosas pueden deprimirlos.
Así, llegan a la oficina comentando lo terrible de los tacos, los ruidos, el smog, la maleducación, etc.
Así, jamás miran los colores del cielo cuando amanece. Jamás ven la ternura de los niños que van en los coches aleteando por atención mientras los papás los llevan volando para no llegar atrasados.
A veces me detengo a sonreírle a los niños. Es reconfortante. A veces me detengo a mirar la cordillera antes de que la tape el smog. Es, sencillamente, divino.
A veces, sólo a veces, cuando el tímido viento que logra eludir los edificios me roza la cara, me acuerdo de tardes sentadas en la laguna que queda cerca de mi casa en Concepción.
Sólo entonces me siento en mi casa. Entonces la ciudad inhóspita se vuelve cálida, casi familiar.
Casi, porque la magia de sentarme a compartir una tarde con mi familia no se enmarca en un lugar como Santiago, porque la postal no queda.
Esas son las veces en que perdono a Pedro de Valdivia y me imagino que quizás, al lado de un río de aguas aún límpidas, se sintió en su casa y mirando la cordillera inmensa pensó en su madre por la forma en que cobija.

martes, junio 07, 2005

El pecado de las 10 lucas

Pueden ser 10 ó 5 lucas, la verdad...pero no se puede salir de la casa con tanta plata en el bolsillo. Alguien siempre te mira con cara rara, casi con desconfianza. Como si no fueras a pagar. Como si eso no fuera plata. Como si estuvieras limosneando.
Cada vez que estoy por dejar mi hogar y me doy cuenta de que no tengo sencillo me pongo nerviosa, siento, incluso, altos grados de culpabilidad. Porque sé que el chofer, sea de taxi o de micro, se dará el tiempo de hacerme sentir casi como si no les estuviera pagando.
Yo apuesto que si se pudieran quedar con esa plata en lugar de tener que darme el vuelto, los ojos les brillarían de felicidad y me lo agradecerían. Pero los 9 mil y tantos pesos que me tienen que poner en la mano de vuelta, los ponen nerviosos e irascibles.
Es lo mismo que siento cuando me subo a un taxi y tengo que pedir que me lleven en un tramo corto. A veces, cargada con mil bolsas del supermercado, tengo que someterme a la sala de torturas del taxi que por 5 cuadras, prefiere no llevarme o llevarme, pero decir durante todo el camino que "se deberían prohibir las carreras cortas".
Por suerte no puedo generalizar terriblemente. A veces me he topado con choferes que son amables hasta decir basta, incluso por dos cuadras. Ojalá pudieran pasar todos los días cuando salgo de mi casa. Así, por lo menos me ahorraría las taquicardias matutinas, que nunca dejan de molestarme y marcar el ritmo acelerado con que se vive la vida en Santiago.

lunes, junio 06, 2005

Eso se llama destino

Quién sabe si de verdad es esta la vida que tenía destinada o si, en el camino, me perdí de algo y llegué acá.
Las cosas tienden a ser efectivamente lo que uno esperaba que fueran (menos cuando la ley de Murphy con sus sucias garras me hace ubicarme en la fila que avanza menos), pero a veces pienso en las cosas hacia atrás y me doy cuenta de que nunca esperé estar donde estoy. Fueron hechos, los simples hechos los que me trajeron acá.
El único problema es ¿quién sabe de verdad dónde estoy?...

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Riku Tokudaiji
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