martes, junio 21, 2005

Lindos y feas

Arreglándome para salir al trabajo, de pronto me puse a pensar en todas esas inseguridades femeninas que aterran antes de ir a la calle. La espinilla que me salió justo en la nariz el día menos indicado, las puntas partidas del pelo, las pestañas poco crespas, el rollito que crece lenta pero progresivamente en la cintura.
Lo peor de ese traumático rollo es que en vez de espantar a los hombres recibe más piropos que amenazas...no entiendo!!!! Si mi modelo de belleza es la Kate Moss, ese rollo es francamente un argumento en contra para mi participación en cualquier certamen tipo Miss 17 (aunque ya se me pasó la edad).
El punto es que todas las mujeres son inseguras. De alguna forma, siempre necesitan la alimentación del resto para salir tranquilas a la calle.
Por eso (aunque se niegue), las muecas de disgusto cuando algún maestro de la construcción tira un piropo, tienden a ser muecas de desilusión sólo porque no fue un tipo regio, estupendo, tipo Brad Pitt, el que las proporcionó. ¡Reconózcanlo! Si ese "se están cayendo los angelitos" se los hubiera dedicado un modelo de esos de Calvin Klein, la sonrisa no se habría borrado ni en 10 años.
En cambio, los hombres son ultra seguros de sí mismos. Siempre creen que cualquier mujer los va a tomar en cuenta y se sienten con ese derecho.
En Chile ni se arreglan, cero producción. Algo deberían copiarle a los hermanos argentinos que (aunque les duela) tienen mil veces más facha por la preocupación.
Sin embargo, me quedo con los chilenos, tienen una ternura insuperable y se preocupan muchísimo, hay una caballerosidad bien entregada por sus madres que los hace sobresalir.
Y estoy segura, bien segura, de que ellos se quedan con las chilenas, por muchos rollitos en la cintura que crecen con las buenas cazuelas.

1 Meridianos:

At 3:24 a. m., junio 22, 2005, Anonymous Anónimo said...

Lo que pasa es que la Kate Moss (que no es mi ideal en todo caso), a lo más alcanza para una fantasía, nada más. Puede que atraiga mucho, pero los hombres queremos a las mujeres que queremos, porque son reales. Y ese rollito rebelde nos recuerda que son de verdad y que de verdad ellas mismas nos han elegido a nosotros, para que seamos el único con permiso para pellizcárselo. Y por último, ese rollito tiene tanta personalidad como cualquier parte del cuerpo de una mujer y puede ser la marca registrada de la mujer que uno quiere.
Siempre he pensado que, si es cierto que a uno le atraen las brillanteces, maravillas y virtudes, es de los "defectos" (por llamarlos de alguna forma, porque tampoco son defectos) que uno queda prendado.
Si un hombre las sabe querer, estén seguras de que va a querer ese rollito, esa arruguita, esa uña comida, esa cicatriz, lo que sea, más que nada en la vida. Porque el cuerpo sólo es la vanguardia de la mística, pero no es la mística en sí misma, que es lo que nos deja atrapados y nos emboba de verdad.
Es mi humilde opinión.

 

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