martes, diciembre 27, 2005

Algo que escribí el 2002

Esto lo escribí en la Universidad, el 2002 y salió en el Diario El Sur. Mi profe supo entonces captar el objetivo e hizo el simpático dibujo de al lado...desde entonces, siempre estoy cansada :

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Estoy cansada, hasta la última neurona de mi cabeza se aburrió. Me carga pensar, me carga, en serio. Yo sería feliz, como la mayoría de las personas, tirada en una cama todo el día.

Cuando era más chica (más, debo decir, porque tampoco fue mucho lo que crecí), tenía el sueño de que existieran las camas portátiles. ¡Sí! De esas que se pudieran instalar en la sala de clases, en las oficinas, las salas de redacción, incluso los cines, las plazas. Podrían ser manejadas con control remoto y acaso a pilas, con suerte, si fuesen “Duvacell”.

He comprobado, en todo caso, que no soy la única que se aburrió del ejercicio de pensar, que mi teoría y mis camas portátiles tendrían auge hoy. Y que serían especialmente cotizadas por cierta gente de la televisión (no sé si me explico).

En Concepción serían imprescindibles las camas con paraguas, para esas lluvias eternas -que según un profesor mío, que adoraba a Borges y nos obligaba a escribir cuentos en vez de notas periodísticas- son provocadas por la presencia de una mujer. No sé cuál, pues no la conozco, así que difícilmente le podría creer (lo que reafirma otra de sus teorías).

Esa cama me habría servido la tarde que me dejaste, sola, parada en la entrada del Rich. Me llamaste y dijiste: “tenemos que hablar” y yo, ilusa, creí que al fin sentarías cabeza, que te harías responsable por mi corazón, que dejaste herido en una esquina. “Tenemos que hablar” y yo, golosa como de costumbre, quise que fuera en algún sitio donde se pudiera comer algo. ¡Qué mejor que el Rich! Voy a comer hamburguesa y a tener pareja por fin, todo en un mismo día.

El sujeto borgeano que nos castigaba con clases tenía razón en una cosa, la lluvia en Concepción no se detiene. Es permanente. No sé por qué, no sé si es cierto o si mi cabeza se creó una memoria, pero recuerdo que ese día estaba nublado, como casi todos los días tristes que recuerdo de mi vida.

Me paré 15 minutos antes de la hora en la puerta y me puse a buscar mesas, que escaseaban como casi siempre.

Invoqué la belleza de Nefertiti mientras me arreglaba en el espejo de una tienda vecina. Recurrí a todos los ensayos de pudor, de sorpresa, de sonrojo. Todas las caras aparecieron como una ráfaga en el reflejo de esa imagen invertida de mí, pero a la que estaba acostumbrada. Esperé. Esperé los 15 minutos y otros 15 más, y te di 15 de regalo, de perdón por los sufrimientos. Los siguientes 15, y cuando supe que no ibas a llegar, me los dediqué a mí, a mi espera, a mi ilusión. Los dediqué a recordarte y a darme vueltas en las cosas que habíamos vivido. Pero, ¿las habíamos vivido? Ahora me parecían irreales, tanto como la gente del Rich que me miraba curiosamente, porque ya era hora de cerrar y yo estuve parada afuera una hora, ¿o fue más?

Irreal me parecía hasta tu sonrisa e incluso los golpes al alma que me diste. Quizás yo tampoco existía. Me acordé de las películas en que la persona que cuenta la historia ya no existe y no se había dado cuenta antes.

A lo mejor no existo... y ese fue un consuelo. Si yo no existía, la calle no existía y el dolor tampoco. Y nada, nada me haría sufrir de nuevo.

Me consolé pensando en mi invisibilidad. Caminé horas entre gente que no me veía y me di cuenta de que no me habían visto nunca.

Para esa gente yo significaba nada, en ese contexto, era triste estar sufriendo así por alguien tan insignificante, por lo tanto, no iba a sufrir más.

En esa invisibilidad oculté mi cara, mi vergüenza. Me acerqué a un quiosco, tomé 100 pesos y compré un dulce. El vendedor no me miró, para él no existía yo, sino mi moneda.

En la esquina un hombre se emborrachaba. Con un gorro de lana intentaba tapar el frío, cubrir sus ateridas orejas. Me tropecé con él, no lo vi. Y probablemente él se sentía tan invisible como yo. Probablemente su soledad también partió de un amor no correspondido y ahora estaba sentado en la penumbra ocultando su humanidad.

Caminé por Colo-Colo hasta O’Higgins. Me acerqué al correo y la micro se demoró. Me parece que estaba lloviendo. Puede ser, la lluvia es lo único que siempre puede ser.

Cuando me subí por fin a una, el conductor odió mi carné de estudiante, eso fue lo que vio de mí, ni por un segundo se preguntó por mi alma, cautiva de ti.

Cuando me senté en la tercera corrida de la micro, me aseguré de que no existía. No tenía reflejo en los vidrios. Es el contraste luz y sombra, dirían quienes se acostumbran a dar explicaciones lógicas a aquello que no lo tiene (como la descomposición de la molécula de beta caroteno en el ratón de cola pelá, según diría un amigo), pero no, yo sé que mi reflejo no estaba, porque yo tampoco.

Al llegar a mi casa esperé inútilmente que me llamaras, que dieras alguna prueba de que mi existencia te interesaba. En vano esperé un mail o alguna justificación a tu desprecio.

Encendí la radio y los acordes sonaron dispares. Nunca las canciones tuvieron menos sentido, y sólo cuando me di cuenta de ello pude llorar (aunque nadie se dio cuenta), porque las melodías son casi un 80% de lo que me importa en la vida y allí, hasta ellas desaparecieron, como acompañándome en mi soledad.

Ese día me pasaron dos cosas. Primero se me ocurrió la idea de las camas portátiles, porque con ellas por lo menos no habría tenido los pies cansados.

Pero, además, me aburrí de pensar. Porque pensar en ti era un suplicio y pensar en todo el resto del mundo era imbécil.

Nunca más supe de ti, pero estoy segura que cuando llueve no es por la mujer de aquel sujeto que nos obliga a leer cuentos y novelas en vez de periódicos, y que adora las palabras sencillas y los títulos alcurniosos sólo cuando son merecidos; sino por el asomo de tu recuerdo que quedó clavado en mi memoria.

5 Meridianos:

At 1:27 a. m., diciembre 28, 2005, Blogger Hernán Fco. said...

Hola niña, que buena la idea de tu camita todo terreno, pero creo que la vida te la va a ir mutilando y si te queda algo de monopatin te deberas sentir contenta, gracias por tu visita nena, espero que ese mal recuerdo de tus años 00 se hayan apagado con lindos recuerdos actuales y estes rebosante de alegrias para este cambio de año. un abrazo gentil pa'ti

 
At 8:54 a. m., diciembre 28, 2005, Blogger maq said...

hola, llego a ti por que tu llegaste a mi, eres mi primera persona que me escribe en mi blog, mil gracias, ojala sea mas veces. con respecto a tu cuento; debo decirte que me parecio bueno, tan bueno que incluso me deprimi, hasta el punto del cuestionamiento de la vida y sus significados, tanto que lo que escribo ahora tiene un poco de melancolia. Eso de pensar tanto tambien me ha pasado, uno deberia sentirse la raja, ser un super pensador, pues no, por que cuando uno pasa por esos periodos, solo quiere no pensar, que le desconecten el cerebro por un rato, y ovidarse de todo por un rato. Luego, cuando pasa dicha crisis, pasa esa capacidad de pensar. Eso de momento, ya que mi falta deconcentracion (de siempre)no me permite finales logicos ni felices, solo finales.


feliz año nuevo

 
At 10:59 a. m., diciembre 28, 2005, Blogger XXX said...

1) ¿Por casualidad tu profesor era Tito Matamala?.
2) Ten presente que cuando uno duerme el cerebro no deja de pensar. la diferencia es que aparentemente lo hace sin que tengas mucho control sobre lo pensado.

 
At 8:20 a. m., diciembre 29, 2005, Blogger Eduardo Waghorn said...

Qué relato mas descriptivo, te felicito. Gracias por visitarme y comentar, eres siempre bienvenida.
Saludos y felicidades!

 
At 6:57 a. m., diciembre 31, 2005, Blogger Unknown said...

Buena tu cama... yo le agregaría aquel útil botón que tenía la cama de "el lado oscuro del corazón" (viste esa película?)

 

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