jueves, julio 28, 2005

Mañana es viernes

Tres, cuatro o cinco voces mínimo en la cabeza. Los pies molidos. Las manos tiritonas. Los ojos abiertos de puro stress.
¿Quién no ha estado así alguna vez?.
Hoy estoy con los pre-síntomas. Por suerte, mañana es viernes....y sé que se va a pasar. Además, voy a estar visitada. Eso es lo mejor!!
Qué largas parecen las semanas cuando se miran de la perspectiva de un domingo en la tarde, mirando una película. La peor frase semanal...mañana es lunes...
Y la vuelta de la rueda, el trajín constante, que tiene sus cosas buenas, logros profesionales y de ese estilo, pero que cansa y mucho.
Mañana es viernes...lo mejor de esa frase, es que se repite en 7 días más.

1 Meridianos:

At 12:57 p. m., julio 28, 2005, Anonymous Anónimo said...

"Mañana es viernes" solía ser una frase pronunciada con auténtica satisfacción por mí hace no mucho tiempo. Pero hace rato que los fines de semana no me gustan, al punto que he llegado paulatinamente a odiar los viernes, sábado y domingo

Seguramente, mucha gente de mi edad se puede sentir identificada conmigo. Somos gente joven y sana, con ganas de hacer un millón de cosas cada jornada y que estaríamos de acuerdo en tener días de 30 horas.

Como muchos, no obstante, todavía no he podido sobrepasar plenamente esa maldita transición entre la vida de estudiante y la vida profesional consolidada. Y créanme que esfuerzos por consolidarme he hecho. Es más, creo que no conozco a nadie que haya experimentado, planificado y llevado a la práctica más ideas laborales que yo. Y sin duda, si dependiera del esfuerzo y las ganas que pongo, merecería hace rato tener un buen puesto, haciendo un trabajo que me gusta.

Mal de muchos, consuelo de tontos..., sé que la mayoría de la gente, hoy por hoy, no tiene la fortuna de estabilizarse laboralmente, una vez abandonadas las aulas. O no tiene buenas conexiones; o aquellas conexiones no han podido o no han querido echar una manito "pitutera".

Gracias a Dios, en una de las pocas vueltas de tuerca que le he dado a la vida, me gané una beca completa para estudiar un magíster, que estoy haciendo ahora y eso me ha mantenido muy ocupado. Y esta suerte (¿suerte?, la beca me la gané con mucho esfuerzo..., en fin) no la tiene la mayoría de los condenados al desempleo.

Así que en los días de semana, la cosa va bien: amo mi magister. Pero en los fines de semana es cuando aparece el segundo efecto no deseado de esta época de transición: la soledad.

Esa amarga sensación de soledad, tan fuertemente contrastada con esa movediza vida social de la universidad y el colegio. Hace un par de años, el fin de semana era sinónimo de fiestas, asados, viajes, amoríos, etc. Ahora suele ser sinónimo de... nada.

No es saludable dedicar las 48 horas del fin de semana a seguir estudiando o tirando curriculum, según sea el caso. Hay que cambiar el "switch" un poco. El problema es que no hay mucho por qué cambiarlo. La mayor parte de los amigos y conocidos va tomando su camino independiente y está bien que así sea; los pocos que quedan cerca, tienen sus cosas, su propia cesantía, su falta de plata o el "viejazo" que le da a quienes recién tienen pega y no están acostumbrados a los rigores laborales. Con el tiempo, los que nacimos chicharra y moriremos cantando, nos aburrimos de dar telefonazos que nunca se devuelven y organizar panoramas a los que nadie aperra.

Y en esas horas mirando el techo, una noche de viernes o sábado, cuando la marea de cuestionamientos por nuestros reiterados fracasos nos asalta, es cuando uno se da cuenta de lo malo que es descansar, cuando uno no tiene mucho más que hacer, fuera de empapelar el mundo de curriculum o preparar un informe.

Odio los fines de semana... malditos sean los viernes, sábado y domingo.

 

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